“Retabas a la muerte en los combates
y te encontró la muerte combatiendo.
Y de bruces caído para siempre
y con los brazos de par en par abiertos
parecías besar las islas nuestras
que presentías se te estaban yendo.
Y así quedaste, gladiador quebrado
sobre el erial del aterido predio,
con lágrimas de Dios en la llovizna
con réquiem de clarines en el viento.
No pudiste volver, como soñabas
con un puñado del terruño nuestro
pero lograste concretar la gloria
de jalonarlo con tus propios huesos”.
(Ricardo Miro Valdés)